La primera pólvora fabricada es la denominada pólvora negra, que está compuesta de determinadas proporciones de carbón, azufre y nitrato de potasio. La más popular tiene 75% de nitrato de potasio, 15% de carbono y 10% de azufre- Fue descubierta en China, de casualidad, gracias a los experimentos de un alquimista.
Comenzó en ese entonces a utilizarse en pirotecnia y en armas debido a su poder explosivo. De todos modos estas armas diferían mucho aún de las armas de fuego que conocemos hoy en día y se empleaban más que nada para amedrentar al enemigo.
Quienes inventarían las armas de fuego para emplear la pólvora en un fin más bélico y perfeccionarían su uso serían los árabes. Además ellos introducirían la pólvora en Europa sirviéndose del comercio.
La pólvora influyó en lo político, lo militar y lo económico. Su aplicación permitió a los reyes crear modernos ejércitos y afianzar su poder frente a la nobleza.
Se extendió con rapidez por toda Europa y jugó un papel fundamental en el equilibrio de poder que se establecería a partir de entonces, ya que eran muy pocos los personajes que contaban con dinero y capacidad suficiente para fabricar armas.
Las primeras armas de fuego portátiles fueron el mosquete, la culebrina y el arcabuz. Al mismo tiempo surgieron los primeros cañones, llamados bombardas. Con las armas de fuego nació la artillería y decayó la caballería; las fortalezas de los señores dejaron de ser inexpugnables. Las armas impulsaron una nueva industria, que estimuló y facilitó las grandes conquistas ultramarinas.
Entre los siglos XV al XVII se asistiría a un amplio desarrollo de la tecnología relacionada con la pólvora. Los avances en el campo de la metalurgia hicieron posible la elaboración de armas de menor tamaño. Resulta curioso que todavía en el siglo XV, Enrique VIII de Inglaterra manifestara que "las armas de fuego nunca suplantarían al arco largo de la infantería inglesa". Incluso tiempo después, cuando las armas se habían generalizado en todos los ejércitos, muchos seguían considerando su uso como una deslealtad ajena a la actitud de un verdadero caballero. A partir de la segunda mitad del siglo XVI la fabricación de la pólvora en casi todos los países estaba ya en manos del Estado y su uso sería reglamentado poco después.
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